martes, 13 de mayo de 2008

Paul

La magnificencia del astro rey y la intesidad del azul que lo envuelve palidecen ante su mirada. Mirada llena de marrones, de brillos, de colores. Mirada que emana del alma y viaja hasta el fondo de la mìa. Mirada que arrastra mi alma, alma que no quiero, alma que le entrego. Quiero ser suya toda, sin que quede algo en mi que pudiendo hacerlo feliz, me lo guardare. Tengo un cuerpo que ya no me pertenece, es de sus manos, de sus dedos, de su boca. Boca que besa mis besos, devorandome. Cascadas de cabellos que bañan mis caricias, torrente de sensaciones que se debaten en mis entrañas… Deseo puro, letal, muriendo lejos suyo. Brazos que claman los suyos, con gritos mudos, ahogando suspiros… Llevo puesta una piel que ya no es mìa, sino tuya. Tòmame entera y embriagame de tu aroma, de tu sudor… Llèname de ti… Llevame, arràstrame a tu cama, a tus brazos, a tus besos, a tus sàbanas… Poseeme hasta quedar rendidos, tendidos sin aire, con el pecho sobresaltado y el corazòn henchido… Abrazame hasta ser uno nuestros cuerpos, enrosca tu sombra con la mìa, revuelcala, atropellala, arrebatamela. Que ganas de gritar tu nombre a las estrellas y que apiadandose de mis sentires una de ellas haga que mis gritos lleguen hasta ti en la forma de algun recuerdo…

1 comentario:

Mano dijo...

Las cartas de amor que suena recibir un hombre son justamente las que una mujer nunca debería escribir.
William SHAKESPEARE