martes, 2 de diciembre de 2008

El Quinto Cielo

Te veo esperarme del otro lado del vidrio. Detràs de esa puerta, el milagro. Tu mirada tan insistente, una boca persuasiva y una piel que me reclama. Estàs ahí, una vez màs. Un ascensor de brazos enredados nos apura al quinto cielo. El quinto C. El sillòn, la mesa ratona, la vaga luz de un monitor que se pierde por momentos en los destellos enfurecidos que se cuelan por la ventana entre los rugidos del tiempo.
Te acercas para tocarme; yo me dejo palpar, para sentir que podria ser cierto, que no te pierdo. Y al abrazarme no estàs. Te beso, en medio de una ilusiòn que se desangra, muere mi boca en tu boca, por ella, con ella, dentro de ella. Tus manos me desnudan. Hubo un tiempo en el que todo tu ser me recorrìa en esas caricias, y yo me sentìa tan viva. Me dejaste hace tanto, tanto tiempo. Por eso trato de prolongar la espera, esos milenios que pasan entre cada uno de estos encuentros. Tal vez no te canses del todo, no tanto si es esporàdico. Tus labios muerden mis latidos mientras mis dedos recorren tu pelo. Esa catarata de aguas negras que dibujo y desdibujo, exploro con la punta de la nariz para que tu aroma me llegue al alma. Si pudieras sentirme a tu lado. Cede mi cuerpo entero ante la presiòn del tuyo y el tapiz del sillòn me lastima la espalda.
Ahì estàn. Milèsimas de segundos. Ese instante entre el juego de los cuerpos y la consumación del encuentro. El deseo, incontenible ya, te entrega a mi en una especie de sùplica tierna . Ahì puedo espiarte, por una rendija detrás de las pupilas. Has alzado tu mirada y es en esa infinitesimal brecha en el tiempo donde finalmente te encuentro. Hay fiesta en el alma, en el cuerpo. La celebración del reencuentro. Te abrazo y me abrazas bajo un cielo de Abril viejo. Hay pasos hechos de a dos, caramelos, besos con sabor a frutilla, naranja, limòn. Tanto sol, tantos sueños. Es un mundo donde no me sueltas las manos, donde discutimos hasta la risa. Nos enojamos solo para amigarnos. En esta realidad paralela me abrazas solo para sentirme latir en tu pecho, me acaricias la cara, solo para susurrarme ‘te quiero’, bajito. Tu aliento me hace cosquillas. Me regalas flores, poemas. Conozco tus secretos. Y aùn estamos miràndonos con ternura cuando de pronto te siento, lejano, mecerte violentamente dentro.
Tiemblo.
Te veo partir, alejarte, dejarme otra vez, entre nuestras sombras abrazadas. Me robas mis caramelos, mi sonrisa, mi sol y todo ese cielo. Me arrancas nuestra complicidad, nuestro amor, nuestros juegos. Y todo es un ocèano de mentiras donde mi amor no es mas que un barco de papel de diario. Sucio, roto, arrugado. Naufraga mi vida en tus brazos. Me aferro con desesperación a tu espalda. No me sueltes, no me dejes. Yo puedo por los dos, mi amor alcanza. Le gritan una y otra vez mis suspiros mudos a tus oìdos que no quieren escucharme. Te tensas y un puñal me atraviesa el pecho. Ya no hay por què luchar. Ya no te veo. Me dejo caer a ese abismo donde la viscosidad de sus aguas me ahoga. Me entrego a esa muerte lenta, la de verte levantarte, ir al baño, sin siquiera mirarme.
Vuelves, me besas la frente y te acuestas a mi lado. En silencio, sin ver que el agua no te ha limpiado, que estas bañado en la sangre de ese cuerpo que yace sin vida, sin respirar, a tu lado.

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