martes, 16 de septiembre de 2008

La eternidad de lo etèreo

Tiempo y espacio. Aire fresco que ofrecen las paredes de un claustro. Para coserse un par de alas es indispensable el reflejo. Miradas cansadas, perdidas, mutiladas. Azules celestiales y angeles que danzan sobre nubes blancas. Demasiado brillo, demasiado sol. Los fantasmas esperan la noche, y los vivos perecen de dìa. Concatenaciòn de pensamientos, presagios. Duelo perenne entre el corazòn y el resto. Aletean las mariposas. El tiempo es inòspito para el que espera. Pero que es el tiempo sino un intento desesperado de la nostalgia por derrotar al ayer empuñando el mañana? El tiempo no existe. Lo creamos para ubicarnos, para hacer tangible lo inaccesible. Insistencia del cuerpo por retener esa masa amorfa de latidos que danzan bajo una lluvia de ecos. Tamborileo empapado, embarrado de silencios. Sonata de una sirena arrullada por el viento. Maravillosa y eterna, la agonìa del momento.

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